Clock watchers and stargazers: Berlin's clocks between science, state and the public sphere at the eighteenth century's end
Abstract
This article argues that modern time discipline was a product of the eighteenth-century. Whereas other works have emphasized the integration of time through nineteenth-century railway networks, this article holds that science and the state combined to bring discipline to time well before the railway arrived. Central to this was a change in the way time was defined. During the late eighteenth- and early nineteenth centuries, in places such as Geneva, London, Berlin, and Paris, people stopped reckoning time by the sun and followed an independent standard defined by scientists. This article uses Berlin's experience with public clocks to show how this shift began within science and was completed only after city governments enforced it. It further argues that the Berlin government's role in defining time highlights a change in how knowledge was produced in late eighteenthcentury Europe. Science created new approaches to the world, but the state confirmed these approaches as knowledge. In this respect, the "discipline" in time discipline only became a fact, when science and the state defined the knowledge on which it was based. ; El presente artículo argumenta que el estudio moderno del tiempo es un producto del siglo XVIII. En tanto otros trabajos han enfatizado la integración del tiempo mediante las redes ferroviarias en el siglo XIX, este artículo sostiene que la ciencia y el estado se combinaron para dar disciplina al tiempo mucho antes que el ferrocarril llegase. El elemento fundamental del cambio se cifró en cómo se definía el tiempo. Al final del siglo XVIII e inicios del XIX, en ciudades como Ginebra, Londres, Berlín y París, las personas dejaron de calcular la hora a través de la posición del sol y siguieron un estándar definido por científicos. Este artículo usa la experiencia de Berlín con relojes públicos para demostrar como este cambio inició en la ciencia misma, y sólo se completó después que el gobierno de la ciudad lo volviera obligatorio. Se argumenta, además, que el papel desempeñado por el gobierno de Berlín en la definición del tiempo destaca un cambio en como el conocimiento científico se producía en la Europa de finales del siglo XVIII. La ciencia creó nuevas aproximaciones al mundo, pero fue el estado quien confirmó estas aproximaciones como conocimiento. A este respecto, la "disciplina" en la disciplina del tiempo sólo se convirtió en un hecho cuando ciencia y estado definieron el conocimiento en que se basaba.
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