Enraizados en Jesucristo. Ensayo de eclesiología radical
In: Revista de fomento social, S. 335-338
ISSN: 2695-6462
Reseña de la obra: IZUZQUIZA, Daniel (2008) Enraizados en Jesucristo. Ensayo de eclesiología radical, Santander, Sal Terrae, 320 pp.
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In: Revista de fomento social, S. 335-338
ISSN: 2695-6462
Reseña de la obra: IZUZQUIZA, Daniel (2008) Enraizados en Jesucristo. Ensayo de eclesiología radical, Santander, Sal Terrae, 320 pp.
In: Colección Presencia teológica 11
In: Publicações CID
In: Teologia 16
Iglesia y democracia: eclesiología política o la politización de los cristianos
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Este trabajo trata acerca de las consecuencias políticas del pensamiento eclesiológico de Wiclif, en particular, respecto a su teoría extrema de la predestinación divina. Así, el artículo se organiza en tres partes: (1) se comienza con un pequeño análisis de la teoría de la predestinación de Gottschalk (s. IX), (2) luego se analiza la base de la eclesiología de Wyclif y, finalmente, (3) sus consecuencias utópicas. ; This paper deals with the political consequences of Wyclif's ecclesiological thought, in particular of his extreme theory about divine predestination. The paper is organized in three parts: (1) Starting from a short analysis of Gottschalk's (IX Century) predestination theory, (2) then we analyse the basis of Wyclif's ecclesiology and (3) its utopian consequences.
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Este trabajo trata acerca de las consecuencias políticas del pensamiento eclesiológico de Wiclif, en particular, respecto a su teoría extrema de la predestinación divina. Así, el artículo se organiza en tres partes: (1) se comienza con un pequeño análisis de la teoría de la predestinación de Gottschalk (s. IX), (2) luego se analiza la base de la eclesiología de Wyclif y, finalmente, (3) sus consecuencias utópicas. ; This paper deals with the political consequences of Wyclif's ecclesiological thought, in particular of his extreme theory about divine predestination. The paper is organized in three parts: (1) Starting from a short analysis of Gottschalk's (IX Century) predestination theory, (2) then we analyse the basis of Wyclif's ecclesiology and (3) its utopian consequences.
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El procurador general de los EE. UU. Johon Ashcroft afirma que en su país se tiene "a Jesús como Rey" mientras que Tom Delay, republicano de la Cámara de Diputados, declara que Dios le confió la tarea de dar "una visión bíblica del mundo" a la política estadounidense. El presidente Bush se siente investido del poder, de la virtud cristiana cuando afirma "La libertad a la que estamos apegados no es el don de América al mundo, sino es el don de Dios a la humanidad", "los acontecimientos no son movidos por cambios ciegos ni por el azar, sino por la mano de un Dios justo, fiel". "Vamos a exportar la muerte y la violencia a los cuatro rincones del planeta para defender nuestra gran nación". Insisten en la separación entre la Iglesia y el Estado, no por miedo a que el poder del Estado afecte a la religión, sino por miedo deque el poder de la religión afecte al Estado. "Estados Unidos tiene el privilegio infinito de cumplir su destino y salvar al mundo". Afganistán, Irak se suman a las masacres e invasiones que los EE. UU. han realizado desde 1840 que invadieron México con la bendición de Dios sobre sus caballos y fusiles, hoy sobre sus misiles"
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In: Bibliotheca oecumenica Salmanticensis volumen 38
La tensión y el conflicto entre la autoridad y la vida religiosa no son problemas nuevos. Atraviesan toda la historia de la vida religiosa. Han estado presentes de forma especial en los orígenes de las grandes familias religiosas. Ejemplo: los orígenes de las órdenes mendicantes. Y en los momentos más proféticos de la vida religiosa. Ejemplo: los primeros tiempos de la evangelización en el Continente latinoamericano. Y siguen existiendo en la actualidad. Baste recordar la reciente intervención de la CLAR, las medidas disciplinares impuestas a algunas congregaciones o a algunas de sus comunidades y miembros particulares, las tensiones frecuentes entre religiosos y jerarquía local. La novedad hoy se concreta en dos aspectos. En primer lugar, la nueva situación social y eclesial ha dado lugar a nuevas manifestaciones del conflicto y a nuevos enfoques del mismo. En segundo lugar, una nueva y aguda conciencia del problema ha permitido explicitarlo y debatirlo abierta y públicamente. Dos hechos de carácter sociológico han afectado a este problema que, en principio, pareciera un problema exclusivamente intraeclesial: la implantación progresiva de la democracia y la creciente concientización en torno a los derechos humanos. Ambos han contribuido a un nuevo tratamiento teórico y práctico del problema. El modelo de autoridad en la Iglesia es básicamente jerárquico, en la teoría teológica y en la práctica eclesial. Sin embargo, las corrientes sociológicas prodemocráticas han hecho su impacto en muchos ambientes eclesiales, que demandan hoy nuevos hábitos democráticos y participativos en el ejercicio de la autoridad y la corresponsabilidad en la Iglesia. Por otra parte, la conciencia del carácter inviolable de los derechos humanos ha prendido también en el ámbito eclesial y es invocado legítimamente por personas y grupos para reclamar el derecho a su identidad y a su misión en la Iglesia. A nivel específicamente teológico, el hecho mayor en relación con el problema que nos ocupa ha sido la eclesiología del Concilio Vaticano II y sus implicaciones prácticas. De ella hay que destacar tres elementos claves que tocan directamente el problema de la relación entre la autoridad jerárquica y la vida religiosa. En primer lugar, la concepción de la Iglesia como "pueblo de Dios", todo él profético, en el que todos los creyentes son considerados como miembros activos, y todos los ministerios y carismas tienen su puesto legítimo en la Iglesia. En segundo lugar, el puesto central y la destacada autoridad reconocida a los obispos en las respectivas diócesis e Iglesias particulares. En tercer lugar, la afirmación del carácter esencialmente carismático y profético de la vida religiosa en la Iglesia. Naturalmente, no todas las prácticas eclesiales del período postconciliar han sido consecuentes con estos postulados teológicos. Ahí radica una parte del actual conflicto entre autoridad jerárquica y vida religiosa.
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Esta carta quiere ser una expresión de protesta y a la vez de perplejidad, como también un saludo ya que está por finalizar el actual gobierno general. Hablo sólo en mi nombre, sin comprometer a ninguno de la Editorial Vozes ni de la casa de estudios donde enseño. Apenas terminé de leer la carta (del gobierno de la Orden) interviniendo la editorial Vozes y mi despido como director de la revista Vozes, para mí es evidente que esta iniciativa no es del actual gobierno sino que, por detrás de ella, está la voluntad del prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, de acuerdo con algunos obispos conservadores, y aún reaccionarios, que me permito nombrar: el cardenal de Río de Janeiro, Eugenio Sales y nuestro obispo Joé Veloso, entre otros. Sinceramente, lo que se ha hecho no se podría hacer a ningún otro. Aquí lo hacían los militares en la lógica de la represión, típica de la dictadura de los años 60 y 70 en Brasil, Argentina y Chile. En las redacciones de periódicos y revistas estaban presentes los infatigables censores militares. ¿Debemos, ahora, tener censores en nuestras redacciones? ¿A qué punto llegará nuestra Iglesia y nuestra Orden? Estas cosas desmoralizan a nuestras Iglesias, que por años lucharon contra estas formas arbitrarias de comportamiento, opuestas a los derechos humanos. La gente no sabe nada de esta forma de proceder. Sino, se escandalizaría y tendría razón de criticar a la Iglesia Jerárquica por su autoritarismo y sus posiciones contrarias a la conciencia ética de las mejores sociedades civiles. Se argumenta que la Iglesia no es como la sociedad civil. Si no lo es, es porque quiere ser mucho más y mucho mejor que cualquiera de las sociedades seculares.
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Con motivo de la fecha simbólica de 1992 uno de los temas recurrentes tanto para el mundo de la cultura (pensadores, historiadores, etc.) como para la Iglesia (fundamentalmente la Iglesia Católica) consiste en revisar la historia de los últimos 500 años. Una revista que pretende, no tanto descubrir hechos nuevos o desconocidos absolutamente, sino más bien hacer una lectura nueva del conjunto de este período histórico. Incluso desde el punto de vista de los sectores eclesiales esta mirada no se preocupa únicamente de reconstruir y recuperar el pasado real como parte constitutiva de la identidad humana y cristiana del continente latinoamericano, sino que incluye juicios valorativos y apreciaciones críticas inevitables sobre los hechos, su proceso y sus repercusiones en el decurso de la historia hasta el momento presente. La teología de la conquista Como es obvio suponer, en su arribo a las tierras del continente americano no llegó "la" teología sino "una" teología concreta: la realmente existente y mayoritaria en aquella época en Europa y, más precisamente, en España. El párrafo se titula deliberadamente con el enunciado ambivalente "la teología de la conquista" para abarcar el doble significado que está presente en ella: se trata, en primer lugar, de la teología concreta de esa época que es la que llega con los conquistadores y misioneros. En segundo lugar, y de manera más restringida porque no todos compartían el mismo modo esta significación, es la teología de la conquista en el sentido de que tanto desde el punto de vista militar y político como desde el de parte de los misioneros y teólogos de aquel tiempo es la teología que legitima la empresa conquistadora.
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Efectivamente: el Concilio Vaticano II fue una gran esperanza que irrumpió de manera fortísima en la Iglesia de la segunda mitad del siglo XX. Lo que allí aconteció fue una gran sacudida del Espíritu que, a partir de Juan XXIII, llamaba a su Iglesia a una conversión histórica, a un cambio colectivo y estructural en la misma forma de entenderse y de configurarse como Iglesia. Tengo la convicción, ojalá equivocada, de que en este momento hay que hablar, en efecto, de "aquella" gran esperanza. Y hablar en términos de esperanza amenazada, de esperanza que corre graves peligros de convertirse en esperanza perdida. Pienso que desde hace algunos años, a la esperanza ha sucedido el miedo. Y, aunque es verdad que el miedo guarda la viña, también lo es que nunca fue buen consejero, y sus malos consejos ahora mismo consisten, lisa y llanamente, en volver a la posición preconciliar. Naturalmente que un proyecto de cambio de la envergadura del que iba implicado en el Concilio tenía que provocar riesgos, seguramente excesos y equivocaciones, en algunos sectores de entre los que se tomaron en serio la renovación conciliar. Pero el problema más grave ha sido otro: la persistencia en la Iglesia de fuerzas reaccionarias que nunca asimilaron el Concilio, y que no han visto sino confusión y deterioro eclesial en los esfuerzos por poner en práctica el cambio en profundidad exigido por el Concilio mismo. No creo que sea exagerado afirmar que son estas fuerzas, agazapadas durante el primer período posconciliar, las que se están apoderando ahora, cada vez más invasoramente, de la situación eclesial, y que el resultado de todo esto ya no es lo que el Concilio prometía, sino otra cosa. Y esta otra cosa no es, en gran medida, sino una vuelta a lo de antes, a lo que el Concilio trató de superar. Éramos muchos lo que, en los años 60, nos atrevíamos a hablar de un "giro copernicano" en la auto comprensión de la Iglesia, tal como quedó dibujada en la Lumen Gentium. Hoy somos menos, creo yo, quienes seguimos pensándolo, y resultaría irónico, en las actuales circunstancias, pensar que ese giro se ha producido, ni siguiera que, a ciertos niveles en que inmediatamente después del Concilio había interés en luchar por ello, siga interesando que ese giro se produzca. En cualquier caso, el Concilio está ahí, y es posible esperar que, contra toda esperanza, vuelva a ser una esperanza real. Lo que queremos resaltar en este trabajo es que el Vaticano II, en sus inspiraciones fundamentales, pretendió ser un gran viento democratizador de la Iglesia a todos los niveles.
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En pocos años entraremos en el S. XXI. ¿Cómo será la Iglesia? ¿Qué será de la fe católica y de la fe cristiana en general? Estas preguntas de cara al futuro pueden hacerse siempre, pero ahora se imponen porque Centroamérica, y toda América Latiría y el resto del tercer mundo, están pasando por momentos cruciales que sin duda modificarán su futuro. Esto es evidente para todos los que observan los procesos históricos, políticos, sociales, económicos y militares en el área. Centroamérica será distinta -y eso es lo que además esperan muchos y por ello trabajan y luchan- en el siglo venidero. Pero ¿será también distinta en su realidad religiosa y eclesial? Ya en el presente hay muchos signos de novedad religiosa y eclesial de todo tipo. Por mencionar sólo algunos, existe una fe liberadora desencadenada por Medellín; las sectas proliferan rápidamente; hay también gérmenes de increencia e incluso atisbos de la pregunta de Job; las religiones indígenas pudieran enfatizar sus raíces autóctonas; en los barrios marginados se acumulan cientos de miles de campesinos sin atención pastoral en su nueva situación; y la niñez y la juventud -la mitad de la población- se ven afectadas ahora en su crecimiento religioso por todos o algunos de estos fenómenos, sin que se pueda presuponer ya el anterior proceso de configuración religiosa de la persona en crecimiento. Si juntamos todos estos signos de novedad religiosa -unos estarán más presentes en unos países y otros en otros- podemos afirmar lo siguiente: Centroamérica no está pasando sólo por momentos de convulsión histórica, sino también religiosa y eclesial que podrán configurar novedosamente su religiosidad, su eclesialidad y su fe. Esta convulsión religiosa parece ser de gran envergadura. Cuantitativamente, el proceso es significativo porque atañe ya a miles y millones de centroamericanos. Cualitativamente no se trata, en muchos casos, de simples retoques a la religiosidad tradicional, sino de verdaderos y profundos cambios. La convulsión religiosa tiene, además, una cierta necesidad, pues está relacionada con los cambios históricos indudables en el área a los que pretende ser, de una u otra forma, una respuesta. Trataremos aquí de analizar estos nuevos fenómenos religiosos. Su finalidad consiste en hacer caer en la cuenta del hecho en primer lugar: Centroamérica puede ser muy distinta religiosa y eclesialmente en un futuro a mediano plazo. Se afirma esto porque la Iglesia reconoce la convulsión histórica, pero no parece todavía reconocer, con la excepción de algunos obispos, y valorar la Convulsión religiosa en toda su magnitud, aunque sí muestran preocupación por la proliferación de las sectas. En cualquier caso no se percibe una clara decisión a abordar estos problemas en profundidad y a hacerlos algo central en su pastoral. Lo central de esta pastoral no consiste simplemente en que se mantenga a cualquier precio la religiosidad tradicional, sino en propiciar una forma de fe y una forma de ser Iglesia que humanice los nuevos procesos históricos, haga de la fe un elemento esencial para la construcción del reino de Dios y para mantener la experiencia del misterio de Dios y del hombre, y haga de la Iglesia un signo de ese reino de Dios y de la posibilidad de vivir en fraternidad. Según esto, analicemos los fenómenos religiosos novedosos.
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In: Zeitschrift der Savigny-Stiftung für Rechtsgeschichte. Kanonistische Abteilung, Band 49, Heft 1, S. 474-477
ISSN: 2304-4896