El caballero blanco y el emperador Canguis en la tercera partida de la Flor de las Ystorias de Orient
Located beyond the limits of the ordinary experience, the somnia imperii are confirmed to own a privileged access to the other world, revealing themselves as a supernatural sign of choice for rulers, leaders, heroes. The power is legitimated, the hierarchies justified and the leadership on the battlefield receives confirmations through dreams that establish the secular authority as holy. The dreams of Canguis, the Mongolian emperor, mentioned in Flor de las ystorias de Orient's third part —translatio written in Juan Fernández de Heredia's scriptorium from a French original— as other characters' dreams pertaining to somnia imperii's literary tradition, display an evident preference for the divine warning, a source of precise, direct and unquestionable communication, rather than allegoric dreams. Allegories happen to be, by its inherent darkness, ambiguous images, visions susceptible to contradictory interpretations and, therefore, hardly suitable for speeches more interested in political dictate than in the soul's science. ; Situados más allá de los límites de la experiencia cotidiana ordinaria, los somnia imperii se consagran como acceso privilegiado al más allá, revelándose por esta vía como sobrenatural signo de elección para soberanos, caudillos, héroes. El poder se ve legitimado, las jerarquías justificadas y el liderazgo en el campo de batalla recibe confirmación merced a sueños de orden religioso que sacralizan la autoridad secular. Los sueños de Canguis, emperador de Mongolia, referidos en la tercera partida de la Flor de las ystorias de Orient —translatio realizada en el scriptorium de Juan Fernández de Heredia a partir de un original francés—, como los de tantos otros personajes inscritos en la tradición literaria de somnia imperii, manifiestan una clara preferencia por el mensaje oracular y admonitorio, ello es, la comunicación clara, directa e incuestionable, en detrimento de los ensueños alegóricos. Las alegorías oníricas resultan ser, por su oscuridad inherente, simulacros ambiguos, visiones susceptibles de interpretaciones contradictorias y, por consiguiente, difícilmente aptas para discursos más atentos al dictado político que a la ciencia del alma.