The rise of an 'indocile middle class' in Cameroon
In: Journal of contemporary African studies, Band 41, Heft 1, S. 28-43
ISSN: 1469-9397
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In: Journal of contemporary African studies, Band 41, Heft 1, S. 28-43
ISSN: 1469-9397
In: Social movement studies: journal of social, cultural and political protest, Band 18, Heft 2, S. 154-170
ISSN: 1474-2837
Since 2011, a series of citizen mobilizations have emerged in Romania, from local replicas of the 'Occupy' movement to the 2017 and 2018 mass protests against corruption. In this article, we develop three arguments for a better understanding of the successive waves of protests that have shaken the Romanian social and political landscape since 2011. First, while each protest has a specific claim and target, the forms of commitments, repertoire of actions and relationship to politics point to clear continuities between protest events that should be analyzed as part of the same cycle of protests. Second, while some analyses have emphasized the specificities of the Romanian context, we maintain that the actors and dynamics of this cycle of protest are simultaneously deeply national, embedded in the mutations of Eastern European civil society, and in resonance with the post-2011 global wave of movements. Third, while it is indispensable to analyze these citizen mobilizations as a whole, it is equally important to understand that they result from the convergence of diverse activist cultures, from left-wing autonomist activists to right-wing citizens and even nationalist militants. Each of these activist cultures has its own logic of action and its vision of democracy and of politics.
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Since 2011, a series of citizen mobilizations have emerged in Romania, from local replicas of the 'Occupy' movement to the 2017 and 2018 mass protests against corruption. In this article, we develop three arguments for a better understanding of the successive waves of protests that have shaken the Romanian social and political landscape since 2011. First, while each protest has a specific claim and target, the forms of commitments, repertoire of actions and relationship to politics point to clear continuities between protest events that should be analyzed as part of the same cycle of protests. Second, while some analyses have emphasized the specificities of the Romanian context, we maintain that the actors and dynamics of this cycle of protest are simultaneously deeply national, embedded in the mutations of Eastern European civil society, and in resonance with the post-2011 global wave of movements. Third, while it is indispensable to analyze these citizen mobilizations as a whole, it is equally important to understand that they result from the convergence of diverse activist cultures, from left-wing autonomist activists to right-wing citizens and even nationalist militants. Each of these activist cultures has its own logic of action and its vision of democracy and of politics.
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In: Revue d'études comparatives est-ouest: RECEO, Band 3, Heft 3, S. 33-64
ISSN: 2259-6100
Depuis janvier 2017, la Roumanie connaît une vague de manifestations d'une ampleur sans précédent depuis 1990. Cet article montre que pour les comprendre, il faut d'une part les situer dans le cycle de mobilisation qui s'est ouvert dans le pays en 2011 et, d'autre part, articuler les échelles d'action et d'analyse. Les motivations, acteurs et dynamiques de ces mobilisations sont en effet à la fois profondément ancrés dans une situation nationale spécifique, situés dans des mutations de la société civile en Europe centrale et orientale et en résonance avec une vague de mobilisations globale.
In: Recherches sociologiques et anthropologiques: RS&A, Heft 48-1, S. 1-11
ISSN: 2033-7485
VIVIMOS TIEMPOS de profundas reconfiguraciones del activismo social y político que, para muchos, habría sido monopolizado hoy por fuerzas de contención y de regresión en vez de ser canalizado por el cambio. El proyecto democrático se encuentra bajo serias amenazas en muchos lugares y regiones del mundo. La izquierda global parece no despertarse de un largo letargo, a pesar de que los impactos de la crisis financiera del 2008 hayan reforzado, paradójicamente, muchas de sus apuestas, creencias y denuncias. Activistas y movimientos sociales están siendo reprimidos y académicos son censurados, mientras perio distas son asesinados y la ciudadanía es controlada y espiada de forma cada vez más sofisticada. En el plano social y político, crece la intolerancia y el odio, estimulados por una polarización que limita, paraliza e invisibiliza las propuestas emancipadoras. De forma simultánea, negociaciones comerciales de alto calibre son conducidas por tecnócratas y por una pequeña élite del poder, sobre quienes los/las ciudadanos/as tienen muy poco acceso e influencia. En este mismo cuadro geopolítico, movimientos conservadores, machistas, racistas, xenófobos y de ultraderecha ganan ímpetu en buena parte de Occidente, mientras que en Oriente el yihadismo atrae a jóvenes de todas las regiones del mundo. Este panorama sombrío es, sin embargo, una imagen incompleta. Alrededor del mundo, nuevas formas de activismo que valorizan las prácticas democráticas y los bienes comunes también han emergido. Ciudadanos han ocupado plazas y utilizado el internet y otros instrumentos tecnológicos para organizar y difundir sus mensajes, bien como para promover una sociedad abierta y libre en la que el conocimiento y la información sean compartidos. Entienden a la democracia no solo en su dimensión procedimental o como una cuestión de encuestas, elecciones o de demandas dirigidas a los gobiernos, sino más bien como un llamado por justicia social y dignidad. Es decir, como un compromiso personal que pretenden implementar en su activismo así como en sus prácticas cotidianas. Se abren así nuevos escenarios de disputa y horizontes de posibilidades que si bien apuntan a la posibilidad de construcción de lo nuevo, chocan también con los actores y las concepciones establecidas en las décadas previas, desafiando nuestros entendimientos habituales sobre qué significa el activismo, el militantismo y los movimientos sociales. En efecto, las protestas y las configuraciones de la acción colectiva de principios del siglo XXI parecen desbordar a las maneras clásicas de entender a los movimientos sociales, poniendo en jaque buena parte de las formas existentes de comprensión de los actores, las identidades y la organización política. Las ciencias sociales contemporáneas han sido directamente interpeladas por este nuevo contexto. A pesar de un creciente discurso que aboga por el diálogo disciplinar y de saberes, en términos generales hemos vivido un movimiento opuesto, caracterizado por la profundización de la especialización académica que ha tenido como consecuencia un mayor alejamiento entre los diferentes tipos de producción de conocimiento, bien como una tendencia a interpretaciones menos abarcadoras de la realidad social. La teoría crítica, por ejemplo, se ha vuelto demasiado abstracta y filosófica, abandonando gran parte de su carácter fundante de aproximación a los sujetos y a las experiencias sociales. Por su parte, tras décadas de institucionalización, la sociología de los movimientos sociales ya no puede ser clasificada entre los paradigmas y las teorías edificadas hasta el cambio de siglo, viviendo un proceso de intenso descentramiento, pluralismo y redefinición.
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VIVIMOS TIEMPOS de profundas reconfiguraciones del activismo social y político que, para muchos, habría sido monopolizado hoy por fuerzas de contención y de regresión en vez de ser canalizado por el cambio. El proyecto democrático se encuentra bajo serias amenazas en muchos lugares y regiones del mundo. La izquierda global parece no despertarse de un largo letargo, a pesar de que los impactos de la crisis financiera del 2008 hayan reforzado, paradójicamente, muchas de sus apuestas, creencias y denuncias. Activistas y movimientos sociales están siendo reprimidos y académicos son censurados, mientras perio distas son asesinados y la ciudadanía es controlada y espiada de forma cada vez más sofisticada. En el plano social y político, crece la intolerancia y el odio, estimulados por una polarización que limita, paraliza e invisibiliza las propuestas emancipadoras. De forma simultánea, negociaciones comerciales de alto calibre son conducidas por tecnócratas y por una pequeña élite del poder, sobre quienes los/las ciudadanos/as tienen muy poco acceso e influencia. En este mismo cuadro geopolítico, movimientos conservadores, machistas, racistas, xenófobos y de ultraderecha ganan ímpetu en buena parte de Occidente, mientras que en Oriente el yihadismo atrae a jóvenes de todas las regiones del mundo. Este panorama sombrío es, sin embargo, una imagen incompleta. Alrededor del mundo, nuevas formas de activismo que valorizan las prácticas democráticas y los bienes comunes también han emergido. Ciudadanos han ocupado plazas y utilizado el internet y otros instrumentos tecnológicos para organizar y difundir sus mensajes, bien como para promover una sociedad abierta y libre en la que el conocimiento y la información sean compartidos. Entienden a la democracia no solo en su dimensión procedimental o como una cuestión de encuestas, elecciones o de demandas dirigidas a los gobiernos, sino más bien como un llamado por justicia social y dignidad. Es decir, como un compromiso personal que pretenden implementar en su activismo así como en sus prácticas cotidianas. Se abren así nuevos escenarios de disputa y horizontes de posibilidades que si bien apuntan a la posibilidad de construcción de lo nuevo, chocan también con los actores y las concepciones establecidas en las décadas previas, desafiando nuestros entendimientos habituales sobre qué significa el activismo, el militantismo y los movimientos sociales. En efecto, las protestas y las configuraciones de la acción colectiva de principios del siglo XXI parecen desbordar a las maneras clásicas de entender a los movimientos sociales, poniendo en jaque buena parte de las formas existentes de comprensión de los actores, las identidades y la organización política. Las ciencias sociales contemporáneas han sido directamente interpeladas por este nuevo contexto. A pesar de un creciente discurso que aboga por el diálogo disciplinar y de saberes, en términos generales hemos vivido un movimiento opuesto, caracterizado por la profundización de la especialización académica que ha tenido como consecuencia un mayor alejamiento entre los diferentes tipos de producción de conocimiento, bien como una tendencia a interpretaciones menos abarcadoras de la realidad social. La teoría crítica, por ejemplo, se ha vuelto demasiado abstracta y filosófica, abandonando gran parte de su carácter fundante de aproximación a los sujetos y a las experiencias sociales. Por su parte, tras décadas de institucionalización, la sociología de los movimientos sociales ya no puede ser clasificada entre los paradigmas y las teorías edificadas hasta el cambio de siglo, viviendo un proceso de intenso descentramiento, pluralismo y redefinición.
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In: Agora: débats, jeunesses, Band 73, Heft 2, S. 49-59
ISSN: 1968-3758
In contemporary democracies, the establishment of a public space which is more open and accessible to disadvantaged groups, popular movements and communities is a major challenge. The media are both part of the problem and the solution.
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In contemporary democracies, the establishment of a public space which is more open and accessible to disadvantaged groups, popular movements and communities is a major challenge. The media are both part of the problem and the solution. On the one hand, they strengthen or even produce divisions and the fragmentation of the public space. On the other, their use by social movements and civil society can establish connections between different social groups, include marginalized populations and regain the public nature of certain issues. Similarly, even if the use of digital resources overcomes obstacles that complicate participation in public debate, all the asymmetries do not disappear with the use of Internet.
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In contemporary democracies, the establishment of a public space which is more open and accessible to disadvantaged groups, popular movements and communities is a major challenge. The media are both part of the problem and the solution.
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In contemporary democracies, the establishment of a public space which is more open and accessible to disadvantaged groups, popular movements and communities is a major challenge. The media are both part of the problem and the solution. On the one hand, they strengthen or even produce divisions and the fragmentation of the public space. On the other, their use by social movements and civil society can establish connections between different social groups, include marginalized populations and regain the public nature of certain issues. Similarly, even if the use of digital resources overcomes obstacles that complicate participation in public debate, all the asymmetries do not disappear with the use of Internet.
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In this conversation, professor and leading scholar on global social movements and contemporary protest Geoffrey Pleyers maps and critically reflects on the main battlefields of Latin American struggles, from resistance over land dispossession and extractivism to conflicts over information control and the quality of democracy, from the battle against the neoliberal privatization of public education to the struggles for justice against impunity and violence. He then situates the role of digital media within a multifaceted scenario where powerful mainstream media and political elites are colluded, independent journalists are threatened and struggle to get their voice heard, and governments invest immense resources to spy on citizens and to influence public opinion. While recognizing the importance of the Internet to pursue social change in the Latin American context, Pleyers urges us to look at the broader social, political, and economic picture in order to understand the extent of the transformations on the continent.
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Les grandes mobilisations comme celles qui eurent lieu au Brésil en juin 2013 donnent à voir des mutations sociales profondes et, jusque-là, souterraines. En même temps, elles contribuent à la transformation de la société. Elles ouvrent une période qui peut porter les germes de changements à venir : reconfigurations de la société civile, des subjectivités individuelles et collectives, du sens de la citoyenneté et de la démocratie. Dans ces mouvements, des citoyens portent les idéaux d'une démocratie plus profonde et plus directe. Ils demandent, en particulier à l'État, le respect de chacun qu'il appartienne aux classes moyennes ou qu'il vive dans une favela. Ces exigences ne sauraient se cristalliser dans un agenda politique et social clairement structuré et il est trop tôt pour en évaluer la portée.
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